La aterradora realidad de la comunidad LGBTI en Centroamérica

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El día a día de los LGBTI en Centroamérica está marcado por la violencia, la discriminación, la migración forzada y la impunidad de los agresores. Pese a los tímidos pasos de los últimos años, la región sigue siendo una de las más hostiles para el colectivo, especialmente el denominado Triángulo Norte.

La activista trans Rihana Ferrera, de Honduras, lleva sufriendo esta pesadilla desde que tenía 3 años, cuando un día trató de ir a misa vestida de niña y su familia la repudió mandándola a un internado.

Allí recibió vejaciones por parte de sus compañeros, que llegaron incluso a arrojarla a un pozo sucio después de una paliza, y fue expulsada cuando le confesó a un cura del centro que se sentía mujer pese a haber nacido hombre: “Una manzana podrida pudre a las demás”, le dijo entonces el religioso.

La violencia física contra la comunidad lésbica, gay, bisexual, transgénero e intersexual (LGBTI) es una constante en todo el continente latinoamericano, pero la situación es aún más grave en Centroamérica, especialmente en Guatemala, Honduras y El Salvador.

GAIS Y MUJERES TRANS, LOS MÁS AFECTADOS:

No existen cifras oficiales sobre agresiones físicas a la comunidad LGBTI en Centroamérica y son las propias organizaciones locales las encargadas de llevar registros.

Las asociaciones estiman que cerca de 300 miembros del colectivo han muerto en la última década en Honduras y calculan 12 asesinatos en El Salvador en 2018. En Guatemala las cifras hablan de al menos una veintena de personas trans y 13 hombres gay ejecutados el año pasado.

La mayoría de los casos de violencia no se denuncian por miedo a represalias o por desconfianza en las autoridades y, en las pocas ocasiones en las se interponen denuncias, la información sobre la orientación sexual o la identidad de género de la víctima “es generalmente ocultada o pasada por alto”, aseguró por su parte el experto de ONU.

Un informe de 2014 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) indica que la gran mayoría de los muertos son hombres gay y mujeres trans, y que estas últimas tienen una esperanza de vida en la región de 30 a 35 años. En el documento, el organismo también denuncia que los crímenes se ejecutan con altos niveles de crueldad.

IMPUNIDAD Y FALTA DE LEYES:

Centroamérica es una región con altos índices de impunidad, pero esta es especialmente elevada en los llamados crímenes de odio contra el colectivo LGBTI, de los que solo un ínfimo 2 % llega algún día a esclarecerse, según los expertos.

Para ello, agregó, es necesario fortalecer el marco legislativo y aprobar leyes que castiguen la discriminación por orientación sexual o identidad de género. Hoy en día solo Nicaragua y Costa Rica tienen en vigor normas de este tipo.

La región también reprueba en cuanto a leyes de identidad de género que permitan a las personas trans recibir tratamiento médico gratuito para adecuar su género y ser inscritas en sus documentos con el nombre y género que escojan.

TÍMIDOS AVANCES:

Pese a la realidad tan hostil que sufre el colectivo y a la falta de voluntad política para enmendarla, el año pasado hubo un pronunciamiento de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH) que supuso un soplo de esperanza en la lucha a favor de los derechos LGBTI en la región.

La CorteIDH emitió en enero de 2018 una opinión consultiva a solicitud de Costa Rica en la que dice que los Estados tienen la obligación de garantizar el matrimonio a las parejas del mismo sexo y dio 18 meses al Parlamento costarricense para legislar en ese sentido. De hacerlo, Costa Rica sería el primer país de Centroamérica en legalizar el matrimonio gay. Efe