La cuarentena saca el cariño por los perros de la calle en Bolivia

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Foto: EFE

La cuarentena deja las calles vacías pero ellos siguen ahí por miles, su ladrido rompe el inusual silencio impuesto por el coronavirus y si no fuera por iniciativas solidarias, estarían aún más desamparados.

Que no falte agua y comida a los perros callejeros durante la cuarentena por el COVID-19 es la premisa de aquellos bolivianos amantes de los animales, que están en campaña permanente para dejarles platos con alimento en las calles o asegurándose de que los albergues que les acogen estén abastecidos.

Algunas son iniciativas individuales, otras de organizaciones animalistas, pero mayormente tienen apoyo de instituciones como la Policía Boliviana o las unidades municipales de zoonosis, para llevar alimento y agua a los animales callejeros sin romper la cuarentena.

En redes sociales también se han compartido mensajes instando a los vecinos a que dejen platos con agua o alimento para estos animales, en un país en el que es común verlos deambulando en las calles, en manadas o solos, en pos de sobrevivir.

Las restricciones para transitar a pie o en vehículo han dificultado su labor, pero no han frenado la voluntad de quienes atienden albergues o que a diario alimentan a los canes callejeros. Es el caso de Marcelo Jemio y Paola Velasco, una pareja boliviana que en los últimos tres años se ha dedicado a llevar alimento diariamente a estos animales en barrios del sur paceño.

“Para nosotros ha sido un poco difícil con esta restricción (…) Aun así, hemos ido a pie, con alguna maleta con ruedas, y hemos logrado conseguir y no hacerles faltar comida a los animalitos de la calle”, comentó Jemio a Efe.

Esta pareja, que tiene en casa a cuatro perros rescatados de la calle, encontró un aliado en la Policía Forestal para que esa labor no se interrumpa, explicó por su parte Velasco.

Un grupo de agentes de Pofoma pasa a buscarles en una camioneta para distribuir patas de pollo y croquetas en sitios donde habitualmente la pareja alimenta a canes callejeros. La primera parada es una avenida donde además de platos con comida y agua hay un par de casetas para resguardar a los callejeros que transitan por allí.

El grupo se traslada luego junto a un gran centro comercial donde suelen deambular perros callejeros a sabiendas de que por allí siempre habrá alguien que les alimente o les dé cariño, aunque en estos días no es así.

A medida que la pareja y los agentes van dejando la comida, se asoman tímidamente y con algo de desconfianza algunos perros, uno negro, otro blanco con negro y un par de color café.

La dureza de la vida en la calle se nota en sus miradas y en sus pelajes sucios y con algunas heridas. Uno de ellos se sobresalta y se aleja cuando se le aproximan para alcanzarle más comida, pero luego regresa, como entendiendo que no le harán daño. EFE