La cumbia, la guaneña y el son sureño, así como una cantidad ingente de talco y pintura facial, coparon hoy la céntrica plaza de Nariño en la ciudad colombiana de Pasto para la celebración del día de Negros de su carnaval.
Esta celebración sirvió de antesala al colofón final de mañana domingo, el desfile Magno.
Desde primera hora de la tarde se congregaron en la plaza grupos de personas que, ataviados con ruanas (ponchos), sombreros y gafas protectoras, encarnaron la esencia del carnaval de Negros y Blancos: el “juego”, como denominan los nariñenses a pintarse la cara y arrojarse talco.
Y es que para entender el “juego” hay que adentrarse en la plaza de Nariño.
Este juego no entiende de clases sociales: el mestizaje característico del carnaval de Negros y Blancos permite agrupar, en un mismo espacio, a personas de procedencias e índoles bien diversas, desde los grupos más humildes hasta las clases más adineradas.
Al ritmo de la cumbia, con clásicos como “Cariñito” o el himno pastuso por excelencia, “De mi Nariño”, la multitud empezó a unirse en comunión, hasta alcanzar un clímax bañado en talco, festividad y aguardiente nariñense, que era habitual encontrar en los grupos que festejaban.
A diferencia de las jornadas anteriores, el día de Negros no requirió esta vez más preparación que las ruanas y las pequeñas bolsas de talco.
Y es que, a pesar del carácter festivo y desinhibido, y de las cantidades de alcohol que ingerían los participantes, el día de Negros se desarrolló con total normalidad, en parte gracias a los fuertes controles de seguridad en los accesos a la plaza, que impidieron al requisarlos el acceso al lugar de celebración de objetos punzantes e hirientes, informa Efe.
A diferencia de otras celebraciones del carnaval, las estampas vividas en la plaza de Nariño tampoco entendían de edades: mayores y jóvenes participaban en el “juego” y se pintaban mutuamente las caras de diferentes colores, desde el verde vivo hasta el naranja, pasando por el negro que da nombre a esta festividad del carnaval.
