Mundo Maya, reencuentro con la esencia de la vida

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Foto: Reuters

Recorrer las huellas que la antigua civilización Maya dejó en el sureste de México y Centroamérica no es hacer una simple ruta turística, sino transitar de la mano de sus descendientes un camino en el que la vida se funde con el entorno natural, la cosmovisión, las tradiciones y la calidez del contacto humano; cuando uno se aventura a vivir el Mundo Maya, las fronteras entre Guatemala, Chiapas (México), Belice, Honduras y El Salvador desaparecen, porque en su ADN sigue intacta una forma de ver la vida que forma parte de nuestra esencia como humanos y que poco a poco va desapareciendo en el mundo actual.

La experiencia que propone la Organización Mundo Maya, nacida en agosto de 1992, y que Efe pudo vivir en un viaje por la zona, comienza en Guatemala, en uno de los entornos más mágicos que uno puede imaginar: el lago Atitlán.n el lado suroccidental de ese lago, el más grande de Guatemala, amanece San Juan la Laguna y lo hace desde lo alto del cerro de Las Cristalinas, el cerro Kyaq Aaba’aj, y el Kajnom, nombres mayas que marcan el entorno donde desarrollan su vida los indígenas tz’utujiles; ellos son una parte pequeña de los diferentes pueblos descendientes de los mayas que han conservado idioma propio, 24 en total en todo el área.

Despertar en una de las casas comunitarias que las propias familias han habilitado para atender al turista, desayunar con sus integrantes, compartir fruta, tortillas de maíz recién cocinadas, café de las laderas volcánicas, huevos frescos y frijoles, es solo el inicio de una experiencia que atrapa y en la que quedas inmerso en las horas siguientes en las que te conviertes en uno mas.

Por eso, rápidamente pasas a aprender las técnicas decorativas con las que los locales visten las paredes de sus casas con impresionantes grafitis espontáneos donde cuentan su historia, o te dejas llevar por el ritmo de los telares con los que las mujeres de la comunidad, organizadas en cooperativas, crean dibujos imposibles que tiñen después de manera natural con las plantas de la zona; ellas, mujeres empoderadas, son también las que te enseñan a trabajar el cacao para convertirlo en chocolate de mil sabores, para que cargues energías antes de adentrarte en el sin fin de senderos históricos que rodean al lugar.