Práctica de lavarse las manos en Zimbabue es el lujo de pocos

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Foto: Archivo referencial

Para la mayoría de los dos millones de habitantes de la capital de Zimbabue obtener agua es una pesadilla diaria, plagada de riesgos agravados por la expansión de la COVID-19. Sin agua corriente, muchos se ven obligados a recolectarla de pozos o manantiales cercanos a sus suburbios.

“Si la situación no mejora, vamos a tener serios problemas. Algunas áreas que no tienen agua son focos de la COVID-19”, advierte a Efe Reuben Akili, oficial de la Asociación Combinada de Residentes de Harare.

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Akili estima que hasta 1,5 millones de personas padecen en Harare escasez urgente de agua, un número que probablemente irá en aumento.

En marzo pasado, cuando la pandemia comenzaba a afianzarse, la CHRA ganó un caso en el Tribunal Superior de Harare, que ordenó al Gobierno zimbabuense y a las autoridades de la capital que proporcionaran a los residentes agua limpia.

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El abastecimiento mejoró temporalmente en algunas áreas, incluidos suburbios de bajos ingresos como Mabvuku, en el este de la ciudad, y Hatcliffe, en el norte, privados de agua durante diez años. Pero el alivio duró poco. Los suministros se han secado desde entonces.

Las autoridades municipales alegan que no tienen suficientes productos químicos para tratar el agua. La CHRA alertó la semana pasada de una inminente “catástrofe humanitaria”, al asegurar que la producción se había desplomado a tan solo 150 megalitros por día, frente a una demanda de 1.200 megalitros.

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Esa escasez hace que lavarse las manos con regularidad, una medida clave para frenar el coronavirus, sea un lujo inalcanzable para muchos. EFE